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Omán: La vuelta al pasado más auténtico

Alberto Rodríguez, travel designer

Existe una sensación extraña al llegar al aeropuerto. Mi mente me lleva a un estado de relajación, percibo un olor a vacaciones, una excitación hacia a lo desconocido. Ansías esas horas de avión donde la falta de conexión te lleva a una situación personalista, de agradable disfrute, donde la única posibilidad de invertir tu tiempo es en ti mismo: Tu música, las películas del último estreno y las comidas y refrescos periódicos. Quizá un presagio de lo que me esperaba a la llegada a Mascate, la capital de Omán

Nada más llegar, a pesar del ajetreo de una capital, la primera impresión es que aquí, en Mascate, todos llevan un ritmo más relajado de lo que estamos habituados. Un tono pausado al hablar, una amabilidad universal, los bancos de las plazas con amigos inmersos en una calmada charla, partidos de fútbol improvisados con integrantes multigeneracionales; sin duda, en Omán los ritmos se entienden de distinta forma e incluso tú mismo bajas las pulsaciones.

Omán es uno de los pocos lugares del mundo donde en escasas horas el paisaje cambia radicalmente de una manera irreal

Frente a Mascate, las Islas Al Dimaniyat es un archipiélago compuesto por 9 islas y que son una reserva protegida. En las islas existen varios tipos de arrecifes de coral y es el hogar de un gran número de tortugas marinas que ponen sus huevos y nidos allí.

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Omán está lleno de sorpresas y una de ellas son los espectaculares fondos marinos de las Islas Dimaniyat para practicar submarinismo

Mascate sorprende, quizá no por tener la arquitectura más remarcable o las calles más bonitas; aquí la sorpresa te la da una sonrisa, no insistirte para comprar en el zoco, pasear por la corniche y ver que ese mero paseo te convierte en un local más. Por supuesto, existen paradas ineludibles como la Gran Mezquita del sultán Qabós.

Quizás la más bonita y original del mundo con una arquitectura diferenciada y donde sientes la autenticidad del lugar mezclándote con quienes acuden al rezo. El eclecticismo de Mascate es impresionante. En un solo vistazo puedes ver los antiguos fuertes portugueses que se utilizaban para proteger la ciudad y el Palacio Al Alam, del querido Sultán Qabós.

Omán es uno de los pocos lugares del mundo donde en escasas horas el paisaje cambia radicalmente de una manera irreal. Hacia la costa norte con dirección Sur atraviesas un entorno marciano de rocas donde encuentras pozos de aguas turquesas y wadis - ríos estacionales – que te llevan a pequeños lagos de aguas cristalinas y cuevas que esconden cascadas.

Tras caminar una hora, comienzas a pensar que es imposible que el camino lleve hacia lo que ves en las fotografías, pero, en unos pasos más, la estampa imposible se hace real.

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La gran mezquita del sultan de Qabós se inauguró en 2001 y en su construcción se emplearon 300.000 toneladas de arenisca india
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Interior del lujoso hotel Chedi en Mascate, frente al mar

El desierto del silencio

A tan solo dos horas de la capital o de la costa, de nuevo, los pequeños pueblos no te hacen presagiar lo que tienen a sus espaldas: El desierto. Pero no es un desierto cualquiera, sino  el más grande desierto de arena del planeta.

Es increíble como, de repente, se eleva la primera gran duna en la que el vehículo 4x4 se introduce y, tras ella, dejas de ver ciudades para adentrarte en una infinidad de dunas más. Un paseo en camello, una aventura en quad, atardeceres de ensueño, paseos descalzo sobre dunas que alcanzan los 300 metros… De nuevo, la fascinación y la sorpresa se apoderan de ti.

El tiempo que pasas en el desierto es muy relajado. Aquí el disfrute consiste en un buen libro, cocina tradicional servida en bonitas jaimas de diseño tradicional y disfrutar del silencio y el calor de la hoguera nocturna. Las preciosas jaimas tienen todo lo que puedes necesitar y te sientes cuidado con pequeños detalles como bolsas de agua caliente en la cama antes de dormir bajo suaves y acolchadas mantas.

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  • El campamento permite vivir la experiencia de pasar una noche en el desierto
  • El desierto de Omán es uno de los más grandes del mundo con una extensión de 62.400 km2
  • La inexistencia de contaminación lumínica favorece la observación astronómica en el desierto
  • Las tiendas del campamento están equipadas con todos los detalles necesarios para pasar una noche mágica

Desde donde estaba, tenía tres horas de trayecto hasta Jebel Akhdar, “las montañas omanís”. Parecía algo inconexo con los escenarios vistos hasta ahora: costa, dunas, extensiones áridas… No parecían muy compatibles con el concepto de montaña europeo. Me imaginaba colinas o valles; una vez más, caí en el error.

Un control de paso impedía a los coches que no eran 4x4 el acceso. Desde imágenes de satélite había visto carreteras asfaltadas; estaba confuso. Nos llevaban por las carreteras con mayor pendiente que nunca había visto, donde veíamos, a ambos lados de la carretera, las ruedas de incautos conductores.

Nada más llegar a 1.300 metros de altura ahí estaba, en las montañas, montañas de verdad y vistas panorámicas de escarpados cañones. Ahora entendía lo que el guía nos explicaba. Era el “Gran Cañón de Omán” donde los hoteles se mimetizan con las oscuras rocas de los alrededores. Durante dos días disfruté de caminatas por la naturaleza, vistas espectaculares y vías ferratas donde descargar adrenalina en un entorno precioso.

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El hotel Alila en el imponente cañon de Jebel Akhdar
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A los pies de Jebel Ahkdar, la ciudad de Birkat Al Mouz tiene un sistema de canalización del agua que es patrimonio de la UNESCO

Antes de dirigirme al aeropuerto para mi última parada en este fascinante país, tenía prevista una ruta a través de varios pueblos tradicionales. Comencé viendo grandes oasis repletos de palmeras desde lugares secretos que el guía conocía a la perfección. Más tarde, aquellas formaciones marrones junto a los oasis se convertían en pueblos de barro sacados de otra época.

Totalmente sorprendido, estaban aquí, en Omán, donde los niños jugando en canales de agua te mojaban de forma simpática a tu paso haciéndote sentir uno más. No me sentía un visitante, sino un efímero poblador que despertaban la curiosidad de “lo desconocido” a mi paso.

Terminaría mi visita de Omán en Salalah tras un vuelo de algo menos de dos horas hacia el sur del país, frente al Océano Índico. En un primer momento, la visita a Salalah me pareció una buena opción para tener unos días de descanso. No me podía esperar lo que me encontraría al llegar: Una villa privada con piscina frente a una preciosa playa de arena blanca situada junto a restos arqueológicos y sin apenas construcciones alrededor.

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La ciudad fuerte de Mirbat formaba parte de la antigua ruta del incienso y la mirra que atravesaba el sur del país hacia Petra y Damasco

El enclave de Salalah y sus alrededores es único. Desde la playa puedes observar como la planicie se convierte rápidamente en una línea de montañas rocosas y en una misma imagen puedes ver la playa de arena blanca, pequeñas construcciones detrás con las montañas oscuras como telón de fondo, que en verano se tiñen de un verde vegetal inesperado.

Por ello, decidí entonces que quizá sí merecía la pena conocer las regiones de alrededor y descubrir si también me iba a sorprender tan positivamente. Y, efectivamente, así fue; nuestro divertido guía condujo hacia el este. Pude encontrar pueblos de mediano tamaño que aún conservan intacta su arquitectura local con palacios de barro laberínticos

El enclave de Salalah y sus alrededores es único. Desde la playa puedes observar como la planicie se convierte rápidamente en una línea de montañas rocosas y en una misma imagen puedes ver la playa de arena blanca, pequeñas construcciones detrás con las montañas oscuras como telón de fondo, que en verano se tiñen de un verde vegetal inesperado

Un paisaje de contrastes

El paisaje semiárido se entremezclaba con acantilados que escondían playas y lagunas donde, de vez en cuando, aparecían grupos de camellos vagando por los extensos terrenos. En Mitnab, las casitas semiderruidas se alzaban frente a un embarcadero de pescadores y donde apenas encontrabas un turista.

Aquí, me sentí inmerso en lo que parecía que era la vida real de los pobladores locales. Después, el conductor nos llevó hacia el interior, subiendo por las montañas que crean el panorama natural tan especial de Salalah. Pude ver algunos baobabs, los árboles del incienso y extraordinarias vistas panorámicas de la costa.

Pero lo más sorprendente es que, al llegar a lo alto de la montaña, comienzas a ver un río con un bonito color turquesa donde los camellos, las vacas, los burros en libertad y las cabras caminan despreocupados como si de una granja en plena naturaleza se tratara.

Tras quince minutos siguiendo el curso inverso del río, éste se convirtió en una preciosa laguna sobre la que se alzaban pequeñas cascadas que enmarcaban un inesperado paisaje.

El turismo en Omán ha ido aumentando a lo largo de los años, siendo ahora el momento perfecto para visitarlo antes de que los visitantes aumenten significativamente y teniendo una variedad de alojamientos de calidad. Omán es un país perfecto para viajeros inquietos que quieren sentir la autenticidad de un lugar, donde regresar mentalmente a lugares del pasado apenas modificados y paisajes de ensueño.

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