Gorila de las tierras bajas en Odzala
  • 9 MIN
  • Alucinante

Congo: un viaje a Odzala, el secreto mejor guardado del África ecuatorial

Gonzalo Gimeno

Dos Congos, dos realidades

Cuando se menciona el nombre "Congo", muchos imaginan un país convulso, marcado por los titulares sobre violencia y conflictos. Pero hay dos Congos, y no podían ser más distintos. Frente al caos mediático de la República Democrática del Congo (con capital en Kinshasa), la pequeña y tranquila República del Congo,  también conocida como Congo-Brazzaville, es una nación de paz, estabilidad y hospitalidad que pasa desapercibida y a esta última hemos viajado para adentrarnos en un mundo aún inexplorado.

Situada en la margen derecha del río Congo, este país francófono es una de las joyas ocultas del continente africano. No es tierra de safaris ni de grandes llanuras repletas de leones. Aquí el protagonista es la selva tropical, la humedad primigenia y el pulso intacto de una naturaleza apenas tocada por la mano humana.

Un camino abierto en la selva congoleña
Un camino abierto en la selva congoleña
Un guía se protege de la lluvia en Odzala
Un guía se protege de la lluvia en el parque nacional de Odzala

Un país con raíces coloniales y alma africana

Antigua colonia francesa, Congo-Brazzaville logró su independencia en 1960. Su capital, Brazzaville, se siente más caribeña que africana: tranquila, con amplias avenidas, mercados llenos de telas coloridas y una cornisa que ofrece vistas sobre el río hacia Kinshasa, su vecina y opuesta. Es el único lugar del mundo donde dos capitales nacionales se enfrentan desde orillas opuestas de un mismo río.

La herencia francesa impregna la lengua, la religión mayoritariamente cristiana, la gastronomía y la arquitectura, pero también ha dejado un poso de conexión con Europa que hace de este país un lugar sorprendentemente accesible culturalmente, a pesar de su remota localización. 

Sapeur en la ciudad de Brazzaville
Sapeur en la ciudad de Brazzaville. Foto: Gonzalo Gimeno

El río Congo: arteria vital y misterio científico

El río Congo, segundo más largo del continente y uno de los más caudalosos del planeta, es más que un accidente geográfico. Es un universo en sí mismo, con zonas de selva inundada, llanuras aluviales y tramos tan remotos que aún no han sido explorados ni catalogados científicamente

Este país, del tamaño de Alemania, cuenta con una población total equivalente a una ciudad mediana alemana mediana, 3,2 millones de habitantes. El 60% del país está totalmente cubierto por selva virgen y pantanos con la mayoría de sus zonas aún totalmente inaccesibles, haciendo que su biodiversidad esté en buena parte aún por descubrir. Se estima que existen cientos de especies de plantas, insectos y peces aún no catalogadas por la ciencia. En sus aguas habitan cocodrilos enanos, peces eléctricos y delfines de agua dulce. En sus orillas, gorilas, chimpancés, bonobos, elefantes de bosque y bongos campan a sus anchas.

Vista aerea de un meandro en la selva
Los meandros en la selva son autenticas carreteras. Foto: Scott Ramsey
Hembra de gorila de llanura
Hembra de gorila de llanura
Macho de gorila de llanura occidental cruzando un bai en Odzala
Macho de gorila de llanura occidental cruzando un bai en Odzala

Un viaje a lo desconocido: Odzala-Kokoua

Mientras destinos como Ruanda y Uganda atraen a más de 50.000 visitantes al año cada uno para observar gorilas de montaña —con cifras que en algunos parques alcanzan los 100 turistas diarios—, en Odzala la historia es distinta. Aquí, en todo un año, apenas 250 viajeros tienen la oportunidad de adentrarse en sus selvas y encontrarse cara a cara con los gorilas de las tierras bajas. Esta diferencia no solo habla de exclusividad: habla de un tipo de turismo que privilegia el silencio, la paciencia y el respeto profundo por el entorno.

Aquí, en el corazón de la selva, se encuentra el Parque Nacional Odzala-Kokoua, una de las áreas de selva tropical más antiguas de África y también una de las menos modificadas por el ser humano. A diferencia de otras reservas africanas, Odzala no tiene masificaciones turísticas, ni pistas de aterrizaje comerciales, ni grupos de turistas siguiendo el rastro de los “big five”. Aqui simplemente, en este parque del tamaño de Bélgica, no hay nada. 

Odzala es también un santuario y uno de los últimos refugios del gorila de llanura occidental, una especie críticamente amenazada, que se ha logrado habituar al contacto humano de forma muy diferente a cómo se hizo en Uganda y Ruanda,  gracias a la labor pionera de la primatóloga española  Magdalena Bermejo. Fue la primera antropóloga en el mundo en conseguir habituar una familia de gorilas de valle, lo que ha abierto un nuevo camino para su estudio, protección y conservación. Su trabajo ha hecho de Odzala un centro de referencia mundial en primatología y un ejemplo de cómo el turismo bien gestionado puede ser una herramienta positiva para la ciencia y la sostenibilidad. Aqui, y en total silencio, tan solo grupos de cuatro personas acceden a visitar a unas pocas familias de gorilas al día, comparado con los grupos de 10 a 12 personas en otras regiones de Africa. 

La caminata no es sencilla. Exige paciencia, resistencia al calor y al barro, y sobre todo, disposición a desaparecer entre la vegetación. Pero cuando, tras horas de seguimiento, se percibe una figura entre los helechos —negra, poderosa, inmóvil— el mundo se detiene y el observador es observado. El cruce de una mirada basta para entender por qué el viaje hasta aquí no es uno más: es un privilegio.

Pero no solo hay gorilas. El parque también alberga elefantes de bosque, más esquivos y pequeños que sus parientes de sabana; así como chimpancés, bonobos y otras especies de primates que habitan en este complejo mosaico de hábitats, que van desde los baïs pantanosos hasta los bosques donde no penetra el sol, totalmente cubiertos por las copas de los árboles. La diversidad y cantidad de aves es también extraordinaria, con más de mil especies de aves registradas en la cuenca del Congo.

  • Hembra de gorila de llanura en Odzala
  • Caminata por un bai en busca de elefantes
  • Bongos en el parque nacional de Odzala Kokua
  • Al encuentro de elefantes en kayak por los afluentes del río Congo
  • Una hembra de gorila de llanura observando en el parque nacional de Odzala. Foto: Gonzalo Gimeno
  • Caminata por un bai en busca de elefantes de bosque. Foto: Scott Ramsey
  • Grupo de antílopes Bongo de tierras bajas abundante en las selvas del Congo
  • Al encuentro de elefantes en kayak por los afluentes del río Congo

La experiencia se reparte entre los únicos tres campamentos de lujo existentes en el país, gestionados por la sociedad de conservación Kamba. Es un proyecto que combina conservación, ciencia y turismo responsable. Los campamentos —Ngaga, Lango y Mboko— están diseñados para integrarse en el entorno sin alterarlo, y ofrecen al viajero la posibilidad de explorar la cuenca del Congo de forma respetuosa e inmersiva. Más que un viaje, es una travesía en la que el visitante se convierte, aunque sea por unos días, en parte de un ecosistema que sigue funcionando según sus propias reglas. Es un safari como ningún otro en África y una de las aventuras más extraordinarias que jamás podamos vivir, ya que para ir al encuentro de gorilas, elefantes o chimpancés se ha de ir a pie o con el agua a la cintura en algunos momentos.

Vista del campamento Ngaga
Vista aerea de las cabañas donde se alojan los visitantes
Vista aerea campamento Odzala
Uno de los campamentos de la organización Kamba
Interior campamento
Interior del salon principal de uno de los campamentos
Habitacion cabaña campamento en Odzala
Las habitaciones cuentan con todas las comodidades básicas necesarias

Viajar a Odzala no es hacer turismo. Es asomarse a una versión del mundo anterior a nosotros, donde aún existen reglas que no hemos escrito. En este rincón intacto de África central, no hay masificaciones, ni señales, ni certezas. Solo caminos abiertos por los pasos de un elefante o una huella fresca en la orilla de un río.

Aquí, el bosque no se visita: se entra en él. Y lo que se encuentra dentro no siempre se ve, pero se siente. Un silencio distinto, una mirada compartida con un gorila salvaje, la certeza de haber formado parte —aunque sea por unos días— de algo más grande, más antiguo, y profundamente frágil.

Es en ese gesto de caminar sin ruido, de mirar sin exigir, donde el viaje se convierte en un acto de escucha. Y en tiempos donde todo parece ya descubierto, el Congo recuerda que aún hay selvas que no han sido contadas.

Caminata por la selva en Odzala
La salida en busca de gorilas se realiza al amanecer abriendo caminos por la selva
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