Louis Rudd antartida
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  • Emocionante

Louis Rudd: La brújula interior, una travesía extraordinaria por tierras polares

Por Gonzalo Gimeno

Inspirado desde niño por los relatos de los grandes exploradores polares,  Louis Rudd es el único hombre que ha cruzado dos veces la Antártida de costa a costa, liderando equipos y enfrentándose en solitario al continente más inhóspito del planeta. Su historia es la de un soñador que encontró en la nieve y el hielo su verdadero hogar, demostrando que la fortaleza mental y física pueden conquistar lo imposible.

¿Quién es Louis Rudd?
Crecí en Lincolnshire, en la costa este de Inglaterra. Honestamente, era un lugar bastante plano y aburrido. No había mucho que hacer en cuanto a aventuras por esa zona.
Hubo un momento clave en mi vida. Cuando tenía 11 años, acababa de empezar la escuela secundaria y me metí en un pequeño lío. Me enviaron a ver al director e iba a recibir un castigo físico. En aquella época (principios de los años 80), todavía se practicaba el caning (un castigo corporal con una vara). Recuerdo estar sentado en la sala de espera fuera de su despacho, aterrado porque nunca antes había pasado por algo así. Mientras esperaba, vi un pequeño estante con libros al lado. Sin prestar mucha atención, tomé uno al azar para distraerme. Resultó ser un libro sobre el capitán Scott en la Antártida.
Nunca había oído hablar de la Antártida ni de exploradores polares. Mientras leía, descubrí la historia de Scott y su equipo: su increíble intento de ser los primeros en llegar al Polo Sur y su trágico regreso, donde todos perdieron la vida. Me quedé completamente fascinado. No podía creer que fuera una historia real. Pensé: ¡Dios mío, esto pasó de verdad!
Ese fue un momento crucial. Decidí que quería ser un explorador polar. Mientras seguía esperando, me dije a mí mismo que tendría que ser más duro para afrontar ese sueño. Pensé: “Si quiero ser un explorador, debo ser fuerte y resiliente. Tengo que entrenarme desde ahora”. Pasé de ser un niño asustado a alguien decidido. Recibí el castigo y salí de allí con una nueva misión: leer todo lo que pudiera sobre la Antártida y sus exploradores. Me volví un apasionado de las historias de Shackleton, Amundsen y Scott, y durante el resto de mi juventud no dejé de soñar con aquel lugar.


¿Cómo comenzó tu camino hacia la exploración polar?
A los 16 años, tomé una decisión crucial: unirme a los Royal Marines. Había escuchado que realizaban entrenamientos de invierno en Noruega, y eso me pareció una oportunidad lógica para acercarme a mi sueño, ya que a esa edad no existía ningún trabajo de "explorador polar".
Entré directamente desde la escuela, fue un desafío enorme. El entrenamiento para los Royal Marines es de nueve meses, y fue un choque cultural, especialmente a esa edad. Sin embargo, después de completar mi formación, tuve la oportunidad de entrenarme en la Academia de Guerra Ártica en Noruega. Fue allí donde me enamoré de los polos. Me di cuenta de que disfrutaba profundamente de esos desafíos extremos.
A los 22 años, ya con seis años de experiencia militar, decidí hacer las pruebas de ingreso para las Fuerzas Especiales del SAS (Special Air Service). Fui uno de los más jóvenes en hacerlo. Normalmente, los candidatos tienen mucha más experiencia antes de intentar este curso, pero yo ya había acumulado suficiente tiempo en los Marines. Pasé el curso a la primera, después de seis meses de formación intensiva. Serví en el SAS durante más de 25 años, operé en entornos polares, junglas y desiertos, aprendiendo sobre diferentes entornos y cómo sobrevivir en ellos.

Louis Rudd


¿Crees que un explorador nace o se hace?
Creo que es una combinación de ambos. Nací con algo dentro de mí que ansiaba la exploración y la aventura. Sin embargo, también he perfeccionado mis habilidades con el tiempo. Durante mis años en el ejército y mis expediciones, he aprendido a planificar, prepararme y superar desafíos extremos.
Pienso que cualquiera puede ser entrenado y preparado para enfrentar grandes desafíos, pero algunas personas sin duda nacen con ese espíritu explorador y los valores necesarios para enfrentarse a lo desconocido.


¿Qué diferencia hay entre la exploración y la aventura?
Para mí, hay una gran diferencia. Normalmente, me refiero a mí mismo como un aventurero más que como un explorador. Los verdaderos exploradores fueron personas como el capitán Scott, Shackleton o Neil Armstrong: aquellos que fueron los primeros en llegar a lugares desconocidos, como el Polo Sur, la Luna o la cima del Everest.
En mi caso, no he ido a áreas inexploradas; las regiones que he visitado en la Antártida ya han sido cartografiadas. Lo que hago es más bien aventurero: rutas inéditas o desafíos extremos en áreas conocidas. Pero para mí, la exploración también incluye un componente personal: descubrir de qué soy capaz, tanto física como mentalmente.

¿Cómo influyó tu carrera militar en tu vida como explorador?
La experiencia militar ha sido clave. Ser parte de los Royal Marines y las Fuerzas Especiales SAS me enseñó mucho sobre resiliencia mental y fortaleza física. El entrenamiento físico era extremadamente riguroso. Por ejemplo, el curso de nueve meses para entrar en los Royal Marines fue durísimo, especialmente teniendo 16 años. Lo mismo ocurrió con el curso de seis meses para el SAS, que me llevó al límite de mis capacidades físicas y me mostró de lo que realmente era capaz.
El ejército me enseñó que cuando piensas que estás agotado, normalmente solo estás usando el 40 % de tu capacidad física. El 60 % restante lo desbloqueas con tu fortaleza mental. Esa habilidad ha sido clave en mis expediciones, permitiéndome superar desafíos que otros, sin esa experiencia, podrían considerar insuperables.

Louis Rudd Ejercito
Se unió a los Royal Marines a la edad de 16 años y realizó misiones tanto en Irak como en Afganistán. También dirigió un equipo de reservistas del ejército a través de la Antártida, un viaje que tardó 67 días en completarse.

¿Cómo gestionas las necesidades físicas y logísticas durante una expedición de meses?
Cuando estás completamente aislado en la Antártida, no puedes depender de nadie más. Todo lo que necesitas para sobrevivir, desde la comida hasta el equipo, lo llevas contigo en tu trineo, que al inicio puede pesar hasta 145 kilos. La mayor parte de ese peso es comida: paquetes de alimentos deshidratados diseñados para proporcionar unas 6,000 calorías diarias. También llevo combustible para derretir nieve y convertirla en agua, ya que no puedes llevar agua contigo en esas condiciones.
El peso disminuye a medida que consumes comida y combustible, lo que hace que el viaje sea ligeramente más fácil con el tiempo. Sin embargo, los primeros días son brutales: arrastras un trineo que pesa más que dos personas juntas, avanzando lentamente en una superficie helada que parece no tener fin.
El cuerpo se adapta a estas condiciones extremas, pero solo si está adecuadamente entrenado. Y es en esos momentos, cuando estás completamente solo, agotado y enfrentándote a la inmensidad blanca, es donde la preparación mental y física se pone realmente a prueba.


¿Cómo soportaste las temperaturas extremas en la Antártida?
Durante la travesía, las temperaturas oscilaban entre -20 °C en las costas y -50 °C en el interior. Sin embargo, eso es solo el comienzo. Si hay viento, la sensación térmica puede bajar mucho más, haciendo que las condiciones sean increíblemente desafiantes. Además, a medida que te adentras en el continente, estás subiendo a la meseta polar, que alcanza una altitud de casi 3.000 metros. Lo que muchas personas no saben es que el Polo Sur se encuentra sobre una capa de hielo de más de cuatro kilómetros de espesor. Esto significa que estás constantemente en una inclinación ascendente, y con temperaturas aún más bajas a medida que asciendes.
La clave para sobrevivir a estas condiciones está en la experiencia y en manejar adecuadamente tu cuerpo. Por ejemplo, es fundamental evitar sudar. Si tu ropa base se humedece, te arriesgas a sufrir hipotermia rápidamente. Esto requiere estar muy atento a cómo reacciona tu cuerpo: en el momento en que notas que estás generando demasiado calor, debes abrir cremalleras o ventilarte para evitar la transpiración.
En movimiento, llevaba solo una capa base de lana merino y un abrigo especial para bloquear el viento. Cuando me detenía, rápidamente me ponía una chaqueta de plumón para conservar el calor que había acumulado al moverme. También aprendí a hacer todo con guantes puestos, desde manejar el navegador hasta usar el teléfono satelital, para evitar el riesgo de congelación en los dedos. Incluso las tareas más pequeñas, como ajustar una cuerda o manejar el equipo, debían hacerse con las manos protegidas.
Estos conocimientos provienen de años de experiencia en climas extremos, tanto en Noruega con los Royal Marines como en mis expediciones anteriores. Todo se reduce a la preparación y la disciplina para implementar estas prácticas en cada momento. En la Antártida, cualquier error, por pequeño que sea, puede convertirse rápidamente en una situación de vida o muerte.

"Además del entrenamiento físico, me tengo que preparar para ingerir las 6.000 calorías diarias que son necesarias en la Antártida”

¿Qué te inspiró a realizar tus expediciones al Polo Sur?
He realizado cuatro grandes expediciones en la Antártida, pero solo una fue en solitario. He sido el único hombre en cruzar la masa terrestre de la Antártida dos veces, desde una costa interior hasta el Polo Sur y saliendo por el otro lado del continente. La primera vez lideré un equipo de cinco jóvenes soldados del ejército en la expedición Spear 17, que cubrió 1.800 kilómetros.
La inspiración para mi travesía en solitario vino de un amigo cercano, Henry Worsley, quien intentó una expedición similar en 2016 pero perdió la vida debido a problemas médicos. Decidí completar su sueño en su honor y logré realizar esa travesía en 2018-2019 sin reabastecimiento.


¿Cómo te preparaste físicamente para enfrentarte a esas condiciones extremas?
La preparación física para una expedición polar es algo que comienza mucho antes de poner un pie en la nieve. En mi caso, cada una de mis grandes travesías requirió al menos dos años de planificación y entrenamiento intensivo. La clave no es solo construir fuerza y resistencia, sino también acondicionar el cuerpo y la mente para soportar semanas, incluso meses, en condiciones adversas.
Uno de los entrenamientos más efectivos que realizo es arrastrar neumáticos. Consiste en tomar un neumático grande, como los de un Land Rover, que pesa alrededor de 20 kilos, y engancharlo a un arnés similar al que usaré para tirar del trineo en la Antártida. Luego, salgo por caminos forestales y arrastro el neumático durante horas. Esto simula el esfuerzo físico de tirar de un trineo pesado sobre la nieve.
Este ejercicio es mucho más que un simple entrenamiento físico; también es una preparación mental. Arrastrar un neumático durante horas es tedioso y agotador, pero refleja perfectamente la monotonía y el esfuerzo constante de una expedición polar. Durante mis entrenamientos, a menudo visualizo las condiciones a las que me enfrentaré en la Antártida: el frío, el viento, la falta de confort. Esto me ayuda a adaptarme mentalmente a "estar incómodo" y a aceptar la dureza de la experiencia.
Además de arrastrar neumáticos, integro otros entrenamientos como correr, entrenamiento de fuerza en el gimnasio, ciclismo de montaña y sesiones de esquí. A medida que se acerca la fecha de la expedición, intensifico las prácticas para simular mejor las condiciones reales. Por ejemplo, paso varios días consecutivos arrastrando el neumático y durmiendo al aire libre, enfrentándome al frío y consumiendo la misma comida deshidratada que llevaré a la expedición. Esto no solo entrena mi cuerpo, sino que también me ayuda a preparar mi estómago para digerir los alimentos específicos que necesito para obtener 6.000 calorías diarias en la Antártida.
Un mantra que sigo es: "Entrena duro, vive la expedición más fácil". Aunque, en realidad, la expedición nunca es fácil, este enfoque asegura que he hecho todo lo posible para estar listo.

Shackleton
Louis durante una expedición de entrenamiento en Groenlandia.
White Desert Antartica
La altitud media en la Antártida es de 2.500 metros. Durante la travesía hay que cruzar la cadena montañosa del centro del continente polar.

¿Cómo lidiaste con las condiciones extremas y los desafíos de soledad durante tus expediciones?
La Antártida es un entorno de una belleza abrumadora, pero también increíblemente hostil. Las temperaturas pueden bajar hasta -50 °C en el interior, y eso sin contar el viento, que puede hacer que la sensación térmica sea aún más extrema. Estas condiciones requieren experiencia, preparación y una capacidad mental sólida para enfrentarlas día tras día.
Uno de los momentos más difíciles que viví ocurrió en un whiteout. Este fenómeno ocurre cuando las nubes cubren completamente el sol, eliminando cualquier referencia visual. Es como si estuvieras dentro de una pelota de ping-pong: no puedes ver el horizonte, el cielo ni el terreno que tienes bajo tus pies. Es una experiencia desorientadora que pone a prueba tus sentidos y tu resistencia mental.
Recuerdo un día en particular, cuando llevaba semanas en mi travesía en solitario hacia el Polo Sur. Había estado esquiando en un whiteout durante todo el día, confiando únicamente en mi brújula y los extremos de mis esquís para mantener el rumbo. De repente, sin haberlo visto, caí en un agujero en el hielo creado por el viento, conocido como wind scoop. Era una caída de unos dos metros y medio, pero en ese instante pensé que estaba cayendo en una grieta mucho más profunda, lo cual es uno de los mayores temores de cualquier explorador polar.
El impacto fue brutal. Mi esquí se partió en dos, y mi trineo, que en ese punto aún pesaba más de 100 kilos, cayó detrás de mí, golpeándome en la espalda. Me golpeé las costillas, me corté el labio y me quedé aturdido durante unos minutos. Sentado allí, en medio de la nada, pensé: "¿Es esto demasiado peligroso? ¿Debería detenerme?" Fue un momento crítico en mi viaje. Pensé en mi mujer y en mis tres hijos en casa, y la idea de arriesgar mi vida de esa manera me hizo dudar.
Pero en esos momentos difíciles, siempre vuelvo a las razones que me llevaron allí. En esa expedición, estaba recaudando fondos para obras de caridad y honrando la memoria de mi amigo Henry Worsley. Pensar en esos objetivos me dio la fuerza para seguir adelante. Reparé mi equipo lo mejor que pude y continué mi travesía, con un respeto aún mayor por la magnitud de la Antártida y sus desafíos.

"En Groenlandia, he visto glaciares que retroceden significativamente y grandes bloques de hielo que se desprenden de las plataformas"
Shackleton Louis Rudd
Louis ha sido el primer británico en cruzar en solitario la Antárdida de costa a costa esquiando sobreviviendo un accidente y temperaturas de hasta -50 °C.

¿Has visto los efectos del cambio climático en las regiones polares?
Sí, los he presenciado de primera mano. Paso mucho tiempo en Groenlandia y la Antártida, y los cambios son cada vez más evidentes. Por ejemplo, en Groenlandia, he visto glaciares que retroceden significativamente y grandes bloques de hielo que se desprenden de las plataformas. En la Antártida, he observado fenómenos similares, como el colapso de grandes bloques de hielo en los últimos años, algo que antes era extremadamente raro.
El cambio climático también está afectando las expediciones en el Ártico. Durante los últimos cinco años, la temporada de expediciones al Polo Norte, que normalmente ocurre en abril, ha sido cancelada debido a la falta de hielo marino. Es un impacto directo del calentamiento global: el océano Ártico ya no se congela de la misma manera, y esto está poniendo en peligro no solo las exploraciones, sino todo el ecosistema polar.
Es un tema que no solo afecta a quienes trabajamos en estas regiones, sino a todos en el planeta. Las regiones polares actúan como reguladores climáticos globales, y su deterioro tiene un impacto en todo el sistema climático de la Tierra. Por eso, en mis expediciones más recientes, he tratado de incluir componentes educativos y de concienciación sobre el cambio climático. Es fundamental que hagamos todo lo posible para proteger estos entornos únicos antes de que los cambios sean irreversibles.

¿Cómo ha cambiado la tecnología la exploración?
La tecnología ha cambiado radicalmente la forma en que exploramos. Muchas personas piensan que las expediciones modernas son más fáciles debido a los modernos equipos actuales, pero no estoy de acuerdo. Lo que la tecnología ha hecho es permitirnos asumir desafíos que antes habrían sido imposibles.
Por ejemplo, Shackleton y Scott no hubiesen podido imaginar realizar travesías en solitario sin reabastecimiento debido a las limitaciones de su época. No tenían ni el equipo técnico ni el conocimiento sobre la nutrición que tenemos ahora. Hoy en día, con esquís más ligeros, mejores tejidos para la ropa y comida deshidratada de alta calidad, podemos emprender expediciones más ambiciosas. Pero eso no significa que sean menos exigentes.
La tecnología también nos ha permitido mejorar la seguridad. Ahora llevamos teléfonos satelitales, GPS y sistemas de rastreo, lo que proporciona un nivel de tranquilidad tanto para nosotros como para nuestros equipos en casa. Sin embargo, estos avances no eliminan los desafíos fundamentales: sigue siendo necesario tener una preparación física y mental sólida para enfrentarse a lo extremo.
Por otro lado, creo que la tecnología ha democratizado la exploración en cierta medida. Más personas pueden ahora participar en expediciones gracias al acceso a equipos modernos y conocimiento. Pero al mismo tiempo, debemos mantener el respeto por los exploradores que vinieron antes que nosotros. La tecnología no reemplaza la valentía ni la resistencia que ellos demostraron.

¿Qué consejo darías a quienes quieren asumir un gran desafío?
Mi consejo principal es que construyan su experiencia de manera progresiva. No intentes saltar directamente a un desafío extremo como es esquiar al Polo Sur sin antes acumular las habilidades y la confianza necesarias. Comienza con aventuras más pequeñas que te saquen de tu zona de confort en un 10 o 15 %. Hazlo de manera controlada y segura, y con cada paso amplía tus límites.
Por ejemplo, si tu objetivo es el Polo Sur, empieza entrenando en climas fríos más accesibles, como Noruega o los Alpes. Luego, intenta expediciones más largas y difíciles, como cruzar Groenlandia. Esto no solo te preparará físicamente, sino que también te dará las herramientas mentales para enfrentar el aislamiento y las condiciones extremas.
Otro consejo es nunca subestimar la importancia de la preparación. Durante una expedición no solo se trata de resistencia física; también implica una logística impecable, desde el equipo hasta la comida. Y por último, ten claro por qué lo haces. En los momentos más difíciles, esa motivación será lo que te impulse a seguir adelante.

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