América
Cazadores de eclipses
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- La palabra "ártico" deriva de oso en griego y antártico se refiere a la ausencia de osos —
- El zorro ártico puede soportar diferencias de temperatura extremas gracias a su compacta piel —
- Churchill Wild se especializa en encuentros de cerca con osos polares con total seguridad —
- Las auroras boreales son visibles entre los meses de noviembre y marzo
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- En este valle habitan los cóndores y el oso andino —
- Un paseo a caballo es la mejor forma de conocer el entorno de Hacienda Zuleta —
- Una hacienda centenaria del s.XVII reconvertida en hotel de lujo —
- Un taller de bordado permite descubrir este tipo de artesanía ancestral de la zona
Los muertitos de Pomuch
El corazón de las Rocosas
El corazón de las Rocosas
Existe un lugar en el hemisferio norte americano que dobla la superficie de España y donde habitan tan solo 4,8 millones de seres humanos de los cuales la mitad viven en una sola ciudad, todos ellos rodeados sin remedio por uno de los parajes naturales más sobrecogedores del mundo, entre los gélidos hielos polares, una gigantesca y majestuosa cadena de montañas y el océano Pacífico con sus corrientes de agua cálidas.
Este remoto lugar apartado en apariencia de toda civilización, fue explorado por primera vez por españoles en el siglo XVI habiendo incluso establecido colonias en la isla de Quadra y el fuerte de Nutca y con el paso de los siglos forma hoy parte de Canadá. Es sin duda el escenario ideal para descubrir de una forma muy especial una naturaleza exuberante sin por ello tener que renunciar a ninguna comodidad o encanto.

Hablemos en verde
En sus orígenes, los tramperos pasaban parte del año viviendo en los tupidos bosques de la zona cazando para vender las preciadas pieles de animales en aquella época exóticos para el sofisticado mercado europeo. En sus temporadas de caza, establecían campamentos casi siempre cerca de un río para pasar la temporada. Hoy en día uno puede rememorar la experiencia de vivir en mitad del bosque de una forma muy especial.
La reserva de la biosfera de Clayoquot Sound, situada en la isla de Vancouver, alberga uno de los bosques vírgenes más antiguos del mundo, con árboles que estaban germinando antes de la llegada de los primeros españoles. En ella habitan la comunidad indígena de los Nuu-chah-nulth junto con oso negro, puma, visón americano, o lobo gris entre más de las 300 especies de vertebrados de la zona. En sus costas, ballenas grises, orcas, delfines y leones marinos entre otras.
Imaginad ahora un campamento construido de forma totalmente ecológica, con cero impacto sobre el medioambiente, que evoca esa era de los tramperos pero con el nivel de comodidad, encanto y cocina de un auténtico hotel de lujo actual. Además, la comunicad local indígena participa en la gestión del proyecto.
Con tan solo 25 tiendas de campaña y bajo el paraguas de la prestigiosa marca de hoteles de lujo Relais & Chateaux se crea el escenario ideal para disfrutar de unos días de aventura y actividad como en pocos lugares.
La llegada tan solo es posible en hidroavión antes de dedicar unos días a hacer salidas para ver osos en libertad, navegar en zodiacs en busca de ballenas y delfines, montar a caballo por paisajes remotos, probar suerte pescando salmón, quizás simplemente abrazar un árbol de más de 1.400 años de edad o incluso aprender a pilotar un drone y tomar increíbles fotografías desde el aire. Clayoquot Wilderness Resort fue diseñado para poder acercar la experiencia de vivir la naturaleza desde un lujo totalmente asilvestrado
Un atardecer desde lo más alto de las Montañas Rocosas es un espectáculo inolvidable al que sólo se puede acceder en helicóptero.

Con un concepto similar, Nimmo Bay cuenta con cabañas de madera con varias habitaciones pensado para sentir la naturaleza en familia. Sus cabañas totalmente equipadas, permiten tener la experiencia de vivir en mitad del bosque pero con un nivel de servicio impecable.
Pertenece a los alojamientos únicos seleccionados por National Geographic (National Gepgraphic Unique Lodges of the World) como signo distintivo de identidad reflejando su espíritu de exploración.
Está situado en la reserva de Great Bear convirtiéndolo en un lugar ideal para ver osos muy de cerca. Para hacernos una idea, a pocos metros del lodge, se encuentra una cascada de más de 150 metros de altura y podemos disfrutar de un delicioso pic nic a los pies de un glaciar o simplemente hacer padel board entre los lagos rodeados de infinitos bosques vírgenes de coníferas.
Hablemos en blanco
El oso polar está en grave peligro de extinción principalmente por la pérdida de hábitat debido al cambio climático. Existen 19 poblaciones de este magnífico animal repartidas en 4 áreas de mar helado en el Ártico. Para que os hagáis una idea, el 60% de todos los osos polares del mundo, viven en Canadá.
Entre Junio y Noviembre, en la remota Bahía de Hudson más al noreste, podemos poner pié en territorio polar y visitar el hogar de verano de los osos polares. Un zona abierta para unos pocos afortunados donde el dinero generado por un turismo cuidado y sostenible, se reinvierte en el estudio y protección de los osos polares.
Existen tres lodges operados por Churchill Wild especializados en encuentros a pie y de cerca con estos magníficos animales en su entorno natural. Tan solo se llega en la avioneta que vuela tan solo un par de días a la semana hasta la zona, así de remoto es el Ártico canadiense donde los osos polares viven en su entorno más natural.
Una vez en el lodge, el equipo local a través de una sesión de briefing indicará todas las normas y la operativa para garantizar la seguridad de todo el mundo. Siguiendo las expertas indicaciones, podremos disfrutar de una experiencia que permanecerá en nuestra memoria durante el resto de nuestra vida.
Las caminatas son guiadas siempre por guías especializados y expertos bajo una absoluta seguridad. De todas formas para aquellos que lo prefieran, existe siempre la opción de salir a su encuentro en vehículos especialmente adaptados.
Un encuentro con estos carismáticos animales puede cambiar nuestra perspectiva sobre el entorno y animarnos a ser más conscientes sobre la conservación del medio ambiente. La naturaleza ha sido y siempre será un entorno que no solo nos sorprenderá sino que nos dará cada vez que la visitemos, algo que llevaremos con nosotros para siempre.
Canadá es uno de los escenarios en el planeta que nos permite sentirla no como simples espectadores, sino como protagonistas de nuestro propio viaje.

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Ecuador, viaje a la autenticidad
Ecuador, viaje a la autenticidad
No sé si fue casualidad o no, pero mi viaje de prospección a Ecuador comenzó y terminó entre sonrisas. Mi objetivo era explorar el Ecuador continental menos conocido, para determinar el nivel de calidad e interés del país y decidir si recomendarlo, o no.
Aterricé en el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito, después de 10 horas de vuelo desde Madrid, y me estaba esperando Santiago, experto local y gran amigo personal, con su mejor carta de presentación: una sonrisa que no le cabía en la cara.
Más que expectativa, que la solemos tener en cada uno de los viajes que realizamos, tenía dudas de si el país estaba preparado para recibir a un turista de lujo en términos de hostelería, servicios e infraestructura. Y la verdad es que me topé con un escenario sorprendente y auténtico a más no poder.
Lo primero que vi en Quito fueron las típicas calles estrechitas y casas coloniales tan bonitas y características de las capitales de la región. Me sorprendió la enorme labor de restauración del casco histórico, la monumentalidad de su arquitectura colonial y el hecho de que a pesar de ser una zona cultural que atrae turismo, sigue respirando el espíritu de un barrio habitado por gente local. En mis visitas a diferentes hoteles, busqué aquellos pequeños y con encanto que respirasen el sabor del nuevo Quito que surge con fuerza e identidad propia.
De todos los que visité, el que más me llamó la atención fue el Hotel Illa, diseñado y decorado por sus dueños, quienes me contaron cómo transformaron esta casa colonial de tres pisos y con estructura clásica en tres escenarios con las diferentes épocas artísticas de la historia del país, fusionando el arte contemporáneo ecuatoriano con una arquitectura que sin duda sorprende. Además, pude disfrutar de una experiencia gastronómica de 7 pasos que no me esperaba.
Descubriendo Quito
Horas más tarde visité la Catedral de Quito, que por supuesto es una parada obligada, y luego terminé en un convento de monjas del siglo XVII, cuya iglesia estaba en plena restauración. Tuve la gran suerte de poder subirme por los andamios con los restauradores de la UNESCO y entender mejor todo el proceso. Estar a decenas de metros de altura, bajo un artesonado mudéjar de hace más de 300 años, fue algo sorprendente. Los restauradores me transmitieron el concepto sobre la dificultad de elegir que época restaurar, ya que el edificio había pasado por sucesivas restauraciones en sus siglos de historia. Pero, ¿cuál sacar a la luz? ¿Barroco? ¿Renacentista?

Los museos de Quito son simplemente extraordinarios. La Capilla del Hombre y la Casa y Fundación Oswaldo Guayasamín recogen el legado de un artista universal, del porte de Picasso. La colección privada del museo de arte precolombino, La Casa del Alabado, me dejó en autentico “shock” al descubrir piezas precolombinas de más de 3.000 años de antigüedad de una belleza y precisión impactantes. Toda la colección gira en torno al misticismo y espiritualidad de una cultura milenaria para mi totalmente desconocida.
La alta gastronomía está abriéndose paso en Quito poco a poco. Daniel Maldonado es el dueño y chef de Urko, quien habiéndose formado en España, regresó a Ecuador para expresar una nueva forma de entender la gastronomía de su país. ¿Será la próxima estrella Michelín de Quito?
Para mí lo más bonito de viajar es poder descubrir la cultura local a través de personas y tradiciones ancestrales. Ya en el interior del país, en Otavalo, pude conocer el último telar artesanal de la zona, ya que hoy en día todo es importado de China. Su legendario artesano me mostró su cultivo de chinchillas (insectos) con cuya sangre obtiene un rojo y morado intenso para los tintes de sus ponchos, mantas y alfombras, o las decenas de flores con las que pinta sus lanas de oveja, alpaca y vicuña.
El encanto de una hacienda colonial
En el vecino pueblo de Ibarra, me topé con una hacienda centenaria con una gran cruz de piedra en su patio. Un casco colonial del siglo XVII convertido en un hotel de lujo y una fundación.
Y es que esta hacienda de producción agrícola y ganadera es una joya, sinónimo de lujo, tradición y fauna silvestre. Pertenece al ex Presidente de Ecuador Galo Plaza Lasso y en su interior se tejen un sinfín de historias familiares, relacionadas con su fábrica de quesos, huertos ecológicos, talleres de bordado y un increíble proyecto de conservación de Cóndores y Osos Andinos dirigido por Jan, un biólogo francés ya con acento ecuatoriano después de tantos años en la zona.
Debo decir que lo que más me llenó el espíritu durante mi visita fue la autenticidad de las personas que viven y trabajan allí. No te venden nada. No es un museo turístico. El señor de la vaca es el señor de la vaca y la que está tejiendo es la que está tejiendo. No es un turismo de: “mañana a las 8 tenemos actividad de kayak”, sino que disfrutas de una caminata con Jan y te va contando su día a día junto a los cóndores y osos andinos; o sencillamente te vas a dar un paseo en caballo por el valle, donde el único protagonista es el paisaje, nada menos que volcanes de más de 6.000 metros de altitud de fondo. A través de su fundación, la Hacienda vertebra la integración de todo el valle con proyectos de educación, conservación del medio ambiente y desarrollo de la comunidad local. (www.fundaciongaloplazalasso.org)
Desde la capital ecuatoriana del Amazonas, Orellana, me esperaban 3 noches y 4 días de aventura a bordo del barco Anakonda, un auténtico hotel flotante, que encontré fantástico para viajar en familia con niños por la selva.
Aprendí que en el Amazonas, las aguas de color negro, tienen un Ph que impide la eclosión de mosquitos. Navegamos por la selva mientras los guías locales, quienes conocen cada palmo de la zona, nos develaban las maravillas de la naturaleza. En los diferentes desembarcos, junto a las mujeres y niños de las aldeas, descubrí cómo extraían la savia de los árboles para fabricar pegamento o cómo fermentaban las frutas para producir algún licor. Aunque su estilo de vida sigue siendo muy tradicional, nos pudimos comunicar sin ningún impedimento ni necesidad de traductor.
La verdad es que Ecuador no dejó de sorprenderme ni un minuto. Aún recuerdo el momento en el que llegué al Parque Nacional de Cotopaxi, donde está El Cotopaxi, el volcán activo más alto del mundo. Incluso, más alto, que el Everest desde la base; o la conocida Avenida de los Volcanes, donde pude verlos, uno detrás del otro, llenos de nieve y glaciares, y con una altitud de 5,000 – 6,000 metros. Por suerte, aunque hacía frío y el ambiente estaba algo húmedo, no tuve que lidiar con el conocido “soroche”, mal de montaña o mal de altura, propio de esta zona.
Las rosas de Ecuador
En las plantaciones de flores de la Hacienda de la Compañía me enteré de que Ecuador es el segundo exportador de rosas del mundo, después de Colombia, y que desde que se corta una rosa, pasa por el mercado de subastas en Ámsterdam, hasta que llega a una floristería en Madrid pueden transcurrir tan solo 24 horas.
Y lo más valioso fue que esto me lo contaron las mismas mujeres que trabajan allí. Aprendí cómo la industria de las flores está cambiando las estructuras sociales del Valle. Las plantaciones tan solo emplean mujeres, quienes por primera vez perciben un salario fijo directo y no dependen únicamente de los ingresos que pueda aportar su marido. Además, las plantaciones ofrecen servicio de guardería infantil gratuita que aporta un mayor equilibro familiar.
Me enteré también de que el famoso ‘sombrero Panamá’ es netamente ecuatoriano, pero tomó este nombre porque fue utilizado en la construcción del canal de Panamá. Me hizo gracia cuando me lo dijo uno de los artesanos más reconocidos de Quito, mientras me enseñaba su taller y sus sombreros 100% de origen vegetal, los cuales pueden llegar a costar hasta mil quinientos dólares los de mayor calidad.
Ecuador es el segundo exportador de rosas del mundo, después de Colombia. Desde que se corta una rosa y pasa por el mercado de subastas en Ámsterdam, hasta que llega a una floristería en Madrid pueden transcurrir tan solo 24 horas.

Creo que podría seguir escribiendo hojas y hojas de los personajes que conocí y cuánto disfruté en Ecuador. Lo más bonito fue ver que detrás de cada paisaje y cada personaje hay personas reales con historias y anécdotas fascinantes por descubrir.
Para concluir mi relato debo decir que si mi aterrizaje en Ecuador fue mágico, mi regreso a Madrid me dio una última sorpresa. Cuando llegué a Barajas, a la terminal 4s, me encontré con el mítico mural del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. Es curioso porque lo veía cada vez que iba al aeropuerto, pero no era consciente de la joya que tenía en frente de mí. Quisiera pensar que se trató de un guiño de bienvenida por su parte, algo así como un deja vu de cuando visité su museo y sus pinturas, inspiradas en Picasso, y me dejaron un dulce sabor de boca, tan dulce como toda mi visita a Ecuador.
